El mítico arquero Hugo “Loco” Gatti murió a los 80 años luego de una extensa internación en el Hospital Pirovano, donde había sido trasladado a causa de una neumonía. Su estado de salud empeoró con el correr de las semanas y también sufrió una insuficiencia cardíaca y renal, en coma farmacológico. Por ello, permanecía en terapia intensiva, conectado a un respirador artificial. En las últimas horas, la familia del exguardameta pidió que le retiraran la ventilación mecánica.
Repartía sus días entre Argentina y España, el país en el que eligió radicarse hace ya varios años. No le gustaba el frío, por lo que este verano llegó a nuestro país, donde sufrió, hace casi dos meses, una caída que le provocó una fractura de cadera. Fue internado en el hospital, y luego de la cirugía su estado se complicó al contraer un virus hospitalario que derivó en una neumonía y una insuficiencia renal. El viernes 28 de marzo se le practicó una traqueotomía.
UNA CARRERA INFERNAL
Por aspecto e indumentaria tuvo una impronta juvenil, desfachatada e intrépida que no lo abandonó hasta sus últimos días. La melena, la misma que en su época de arquero se sujetaba con una vincha, adquirió un color cenizo ya entrado en la adultez. Las arrugas boicoteaban su modo juvenil de vestirse. Fue alguien que le quitó solemnidad y almidón al puesto de arquero. Ese aire picaresco y desprejuiciado no le impidió ejercer el oficio con la seriedad profesional de alguien que tiene el récord de partidos disputados en primera división, con 765, a lo largo de 25 años (1962/88), entre Atlanta, River, Gimnasia y Esgrima La Plata, Unión y Boca. También posee la plusmarca de penales atajados entre los arqueros argentinos, con 26, ninguno más trascendente que el que le desvió a Vanderlei (Cruzeiro) y le dio a Boca su primera Copa Libertadores, en 1977.
Una carrera íntegra en la Argentina como pasajero de una época en la que el negocio del fútbol no había derivado en el unicornio de las ventas al exterior. Y entre los pocos que emigraban, apenas si había arqueros. Cuando le preguntaban por la receta de su vigencia, respondía: “Yo hice algo: atajé, me cuidé y sigo amando al fútbol como el primer día, pero el que decidió lo fundamental fue Dios. Sin la ayuda del que está arriba, nada hubiera sido posible”. Vaya si amaba al fútbol: atajó hasta los 44 años.