Por José Sisalli
Lo que hoy es una institución fundamental para el barrio Bajo de Vértiz, comenzó hace
casi cuatro décadas con una ilusión sencilla: que los chicos del barrio pudieran tener un
equipo para competir en el Torneo Nacional Evita. Así nació la escuelita de fútbol, un 10
de octubre de 1986, con una sola categoría y el nombre de Club Soler.
“La escuelita nació con una sola categoría, con el objetivo de representar al barrio en el
Evita”, cuenta Luis “Lucho” Sandez, uno de sus fundadores junto al señor Manuel Suárez. Ese primer equipo estuvo integrado por niños de 10 años como Ricardo Barraza, Ariel Vega, Ariel Ávila, René Rojas, Gerónimo Acuña, Chata Toledo y Quique Rodríguez.
“Varios de ellos llegaron a jugar en Primera del fútbol local”, recuerda con orgullo. Al finalizar aquel torneo, Manuel Suárez dejó la escuelita, y fue entonces cuando Lucho Sandez tomó las riendas y comenzó un camino que todavía hoy sigue transitando.
“La escuelita funciona hace 39 años en el barrio Bajo de Vértiz, ubicado en Avenida Libertador y Uriarte, donde en ese entonces eran las vías del ferrocarril Mitre”.
En los primeros años, el club participaba en torneos de baby fútbol y en amistosos barriales. Los entrenamientos eran una vez por semana, y los partidos se disputaban los lunes, miércoles y viernes.
Hasta 1991, esa era la dinámica. Pero ese año, junto a un grupo de entrenadores encabezado por Runo Lugones, se organizó una liga para los clubes que tenían fútbol infantil: nació así la Liga Municipal.
“Ya de una forma más organizada, comenzamos a disputar encuentros los domingos como Soler Infantil. Año tras año fuimos aumentando categorías, porque la población infantil era numerosa y pocos clubes barriales tenían fútbol infantil”, explica Lucho. Esto generó un espacio donde los niños del barrio podían jugar, crecer y compartir.
En 2007, un nuevo cambio marcó el rumbo de la escuelita. Junto a otros entrenadores de La Banda, decidieron formar una liga independiente: la Liga Infanto Juvenil Bandeña. Allí, la escuelita siguió participando, todavía bajo el nombre de Soler Infantil. El paso del tiempo trajo nuevos rostros al equipo de trabajo.
“Ya comencé a transitar este camino con la ayuda de mis dos hijos, quienes tenían una categoría a su cargo”, dice Lucho. La familia se volvía parte esencial del proyecto. Sin embargo, en 2021, ocurrió un hecho que golpeó fuerte: el fallecimiento de uno de sus hijos, quien dirigía las categorías más pequeñas. “Fue un momento muy duro. Pero por iniciativa de los padres y de los mismos chicos, decidimos cambiar el nombre. Desde entonces, se llama Escuela de Fútbol Infantil Alvarito Sandez”, relata con emoción.


Ese nombre hoy simboliza mucho más que un homenaje: es la continuidad de una historia de amor por el fútbol y por la comunidad. Actualmente, la escuelita alberga entre 80 y 90 niños y niñas. Es una escuela mixta e inclusiva: 18 mujeres integran el grupo, y también participan niños con distintas capacidades. “Las edades van desde los 5 hasta los 15 años. Todos tienen su lugar. Es
una escuela abierta a todos”, enfatiza Lucho.
Los entrenamientos se realizan los martes y jueves, entre las 19:00 y las 22:00 horas. Las categorías 2015 a 2020 entrenan de 19:00 a 20:00; las categorías 2011 a 2014 lo hacen de 20:30 a 22:00. “El entrenamiento varía según la edad. Los martes trabajamos la recreación y la parte física; los jueves armamos los equipos para disputar los partidos de los domingos”, detalla.

Los entrenadores actuales son Luis Sandez, Leandro Sandez e Ismael Sandez. Más allá del aspecto deportivo, hay una fuerte intención pedagógica detrás de cada práctica. “A través del fútbol buscamos transmitir valores: respeto, disciplina, confraternización. Queremos que los chicos sean, en el futuro, hombres de bien”.
La escuelita no solo forma jugadores, forma personas. Y eso se refleja también fuera de la cancha. “Se ven cambios en la disciplina, en la responsabilidad, en cómo se expresan. Muchos padres usan la escuelita como ejemplo: si no estudias, no jugás”, cuenta.
La educación, el respeto y el esfuerzo se entrelazan con el juego. Además, cada entrenamiento termina con una merienda. “Después de cada práctica los chicos comparten un yogur con cereales, o leche chocolatada con galletas. También hacemos festejos especiales con juegos, golosinas y paseos”, dice. Algunas de las salidas incluyen visitas a Termas de Río Hondo o al Estadio Único Madre de Ciudades, gracias al apoyo de la Dirección de Deportes de la Provincia.

Sin embargo, no todo es fácil. La escuelita funciona gracias al esfuerzo colectivo. “No recibimos aportes del Estado, ni del gobierno nacional, provincial ni municipal. Solo recibimos ayuda de personas particulares como la señora Gogui Unzaga, el señor Carlos Sánchez, y los padres de los chicos, que colaboran para afrontar los gastos”, afirma.
Las dificultades son muchas y concretas. La más urgente: la cancha donde entrenan no cuenta con tapia perimetral. “Eso la hace peligrosa, porque está entre una avenida y una calle donde pasan muchos vehículos. Un niño puede salir detrás de una pelota y ser atropellado”, advierte.
También sufren el abandono de vecinos que arrojan basura al costado del campo, y el robo constante de cables de iluminación. Pese a todo, la escuelita sigue de pie. Y los sueños, también. “Uno de nuestros mayores anhelos es que los niños no estén inmersos en el flagelo que existe en la sociedad. Que puedan crecer sanos, que tengan otra realidad. Y si tienen la suerte de llegar a ser
futbolistas, que lo hagan con el mayor de los éxitos”.
